Sentir culpa por dejar el trabajo que mi familia consideraba ideal, por no tener ganas de estar cuando los demás me reclaman, cuando me fui de viaje y mi hija quedo acá, por dejar a alguien que me hace daño, por irme y que mis viejos se queden solos, porque tengo un montón de cosas en mi vida para agradecer y no me siento feliz ni satisfecha. Esas fueron algunas de las respuestas que ustedes me compartieron en un sticker de Instagram cuando les pregunté por qué cosas sienten culpa.
En mi caso, siento culpa cada vez que me voy de viaje porque lo asocio al abandono. Abandono a mi familia, a mi rol de hija, de hermana y ahora de tía. Hay una parte mía que dice “vos deberías estar acá, deberías quedarte”. Y si bien después de unos días de viaje me calmo y todo se acomoda, al principio es bien incómodo. Yo elijo viajar, elijo la naturaleza, ese es el estilo de vida que quiero para mí. Y nadie me reclama nada, pero sí, lo siento, me pesa, me pone triste.
Leyendo sobre la culpa encontré que está asociada a la exigencia personal (de ahí los “debería”) y a las críticas que recibimos en la infancia. Hay culpas sanas (como cuando cometemos errores que nos ayudan a aprender y a crecer) y culpas insanas (asociadas a baja autoestima, a creencias irracionales y a pensamientos blanco o negro).
El punto clave es que, en general, la culpa prioriza las necesidades de otras personas y sus expectativas. Y acá entran en el juego las interpretaciones (qué bendito tema). Por eso, con la consigna de escritura que propongo hoy, vamos a intentar reinterpretar aquello que nos da culpa y conectar con nuestros deseos genuinos.
✏ Escribile una carta a esa persona que por cualquier motivo te generó culpa. Describí la situación que lo produjo, cómo te hizo sentir, lo que pensaste, qué estás necesitando vos, por qué te haría bien hacer algo distinto a lo que esa persona (o la sociedad o el sistema) espera. Las cartas son súper liberadoras y transformadoras. Escribí todo lo que te pase por la cabeza y el corazón.
¡Después contame cómo te fue!