Día 21: Cima
Camina. Para. Mira. Sigue.
Frena y juega con una piedrita.
La acaricia como si tuviese yemas de algodón.
La suelta, se lame, camina.
Camina por el pasto seco.
Camina y atrapo un recuerdo de niña: yo corriendo por el campo despeinada, sucia y feliz.
Me acuerdo de los pocos gatos que vi en ese campo, del aroma a pino, de la casa y su galería.
Y me escucho en voz alta decir: “cómo no me voy a sentir cómoda acá si de chica el campo, los árboles y el silencio. Siempre me lo olvido y siempre me lo acuerdo”.
En lugares así se aviva el fuego de mis momentos-raíces.
Raíces que solo toman sentido con el paso del tiempo.
Día 22: Estallido
Explotar.
Que la ira me anule.
Que las palabras sean llamas y no respiros.
Que mi pecho se anude.
Explotar.
Que el llanto sea mar.
Que el mar sea salida.
Que la salida sea tregua.
Explotar:
para ver qué botones detonan emociones vencidas
para saber de qué escalones hay que migrar
para esculpir la consciencia que falta.
Día 23: El cuerpo (bis)
Me acuesto en la camilla. Me hablan de huesos, de disfuncionalidades, de áreas del cuerpo que desconozco: áreas de mi cuerpo que desconozco. Me tocan puntos de la columna que pinchan. Me hacen ruido los huesos, escucho su percusión, escucho el vacío que viene después del desorden. Me acomodan los huesos a su posición original y es como si el zonda me corriese por las venas:
pesa
el cuerpo
pesa
mi cuerpo
pesa
Me tocan la panza, siento el intestino, me dicen que deje las harinas, que tome agua, que camine.
Me hablan de cuidado, de autocuidado, de atención.
Me acuerdo de los árboles y digo: estoy recuperando el equilibrio.
Día 24: Minimalismo
Pasaron seis años de viajes. Seis años donde me acostumbré a cinco bolsos de capacidades limitadas. Seis años donde resignifiqué la paciencia, la perseverancia y el desapego.
Me vi limitada y poderosa.
Me vi frágil y fuerte.
Hoy quiero menos. Quiero discriminar entre lo accesorio y lo importante. Quiero que mis viajes sean el reflejo de una coherencia interior cuyo prólogo se resuma en la frase: volver a lo simple.
Día 25: Proyectos
Anoto en hojas ideas, borro y vuelvo a escribir, me levanto y me preparo un té, sigo pensando, él se prepara un mate, diseña con la computadora un esquema, debatimos, no nos ponemos de acuerdo, al rato sí, frenamos, nos reímos, vemos el frío por la ventana y encendemos un fuego, Rosa quiere entrar a la casa, le abro, pide caricias, se pausa, el tiempo se pausa, el ciclo vuelve a empezar.
Desarmar para dar espacio a lo nuevo.
Reinventarse como proceso lógico, sano y cíclico.
Ser dos y ser uno hacia adelante.
Día 26: La niña
Me tocó una madre dulce, inocente, fresca.
Me tocó un padre curioso, viajero y valiente.
Me tocó ser la síntesis de dos individuos.
Subo al techo de la casa y me acuerdo de las historias que me contó papá cuando niño.
Me río de mí misma como mamá niña.
Disfruto de los momentos simples como papá niño.
Disfruto de la vida simple como mamá niña.
Soy una parte ellos.
Soy una parte mía.
Día 27: Rotación
Que la luz de la mañana se refleje en otra de las paredes de la casa.
Que a través de la ventana pueda notar los pasos al costado que dio el sol.
Que el techo se ilumine distinto pero siga siendo cálido.
Que la tierra gire y yo sea capaz de observarla.
Que mi ritual siempre sea:
abrir el pecho
estirar el cuerpo
y honrar el mundo.
Día 28: La calma
Me levanto pausada, atemporal, arrítmica.
Me duele el útero, mi panza está hinchada, mis ojos también.
Escucho más silencio que el habitual.
Necesito más silencio que el habitual.
me estoy
h a b i t a n d o
es ese aire entre cada letra, ¿lo ves?
yo voy sucediendo
y todo va sucediéndose
entre puntos suspensivos.
Día 29: Respirar
A veces me olvido.
Y el viento
el sol
el cielo
la montaña
el amor
las mariposas blancas
la risa
el fuego
me lo recuerdan.
Me olvido,
se me escapa,
sucede por inercia
y no con consciencia.
Y ahí,
justo ahí,
cuando está por caer la noche
respiro.
Día 30: Piezas
¿Para quién vivo si no es para mí?
Cada experiencia
me devuelve información
sobre la humana que soy.