Me cuesta soltar a la hija. La hija que vivió en esta casa durante 31 años. Los viajes que llevo en la piel no me pesan ni un poco. Siempre que vuelvo, me cuesta irme.
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No sé cómo es ser adulto. No tengo la menor idea de lo que significa ser responsable. O quizá sí, superficialmente. ¿Qué es lo que tengo que hacer cuando me quiero hacer cargo de mí?
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Buenos Aires me abruma, mi mente en Buenos Aires me sacude como un perro se sacuda cuando está húmedo. Cargo con un miedo que me acompaña hasta cuando me voy a dormir: ¿por qué se vive tan mal? Mi lugar no es este, lo sé, me cuesta aceptarlo, me duele aceptarlo. Eso implicaría soltar. Eso implicaría elegir.
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Soy la mujer de los mil dolores (este año parece que estoy haciendo un posgrado de mi cuerpo). Enero: gastritis. Mayo: sacro inflamado. “Conflicto: 1. Los seis instantes sagrados: concepción, nacimiento, adulto, padres, abuelos y muerte. Causado también por todo lo que es sagrado para la persona. Sobre lo que se basa la persona para construir su vida 2. Dirección: La pelvis se mueve para cambiar de dirección al andar”. El cuerpo me habla.
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Quiero construir mi hogar con A. Quiero que la mujer esté feliz, en su espacio y con su amor. Me siento imantada por mi deseo de tener mi lugar. Y ya lo tengo, y ya existe, y ya es el momento.
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Nunca dejaré de ser hija. Ahora quiero que viva la mujer.