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21.

Apoyo mi frente en la piedra y siento mi ancestralidad. La toco con la yema de los dedos como queriendo reconocer por primera vez algo: tiene los bordes redondeados y suaves, tiene la textura de una piel vieja, es fría aunque la frote con ternura. La guardo en el bolsillo como un amuleto. Me digo mientras camino: no necesito más que estas pequeñas muestras de vida para alegrarme de la vida.

22.

El camino me calma. Me siento parte de esta naturaleza conocida y me acurruco en mi respiración como una manera de sentirme. Hay algo en todo lo pequeño que miro que me hace grande. No soy sin el árbol y no puedo ser sin la flor. Me alejé tanto del cemento que en mí creció un bosque dulce.

23.

Quisiera que mi cuerpo me regale
la calma en los días raros
los pulmones limpios de un pehuén
la sensibilidad de una piel de bebé
la risa como poder mágico
la capacidad de encontrar belleza
aunque el mundo repele
la sabiduría de un águila

24.

a veces el vacío me completa
digo: a veces sentirme ingrávida es lo que necesito
no hay peso porque el peso es una pluma
son letargos llenos de luz
donde miro lo chiquito y pasajero
como algo grande e imperecedero

25.

—Cuando me muera, ¿me vas a llevar flores al cementerio?
Mi tía y yo estábamos acostadas en la cama
en su cama
la cama donde las dos reíamos y dormíamos
y donde a veces jugábamos a la escoba de 15
para abalar mis caprichos

—Sí, lo voy a hacer
Le respondí incómoda
mirando sus ojos como túneles
y sus arrugas como médanos en el desierto

—Porque viste que siempre los chicos se olvidan de los grandes
Ella no sabía que esas palabras me iban a calar hondo
que cada tanto iban a volver a mí
como escenas de una película fugitiva

No sé cuántas veces fui al cementerio
pero sé que fui pocas
Lo que mi tía no sabía
era que yo nunca me iba a olvidar de ella
y que cada recuerdo
se convertiría
en una flor

26.

el dolor que guía
el dolor que habla
la voz del oxígeno
la sangre detenida

el tiempo que para
la mente que corre

para llegar a algún lugar
para tener alguna respuesta
para aferrarse a alguna esperanza

el cuerpo
pesado árido arrugado
que soporta las ráfagas
que se levanta y sigue

porque la vida
es la ecuación
más imperfecta
de todas

porque la vida
pende del hilo
de un corazón
azaroso

porque la vida
es el único sostén
de lo que jamás queremos
que se termine

Escribo desde muy chica y soy fan del autoconocimiento y la transformación personal. Mi revolución en este mundo es la pausa y lo que más deseo es que vos empieces a incorporarla en tu vida. Por eso diseñé experiencias y talleres de autoconocimiento para priorizarte, cuidarte y conectar con vos.

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