Creo que siempre hay un antes y un después en un viaje. Uno tiene tiempo para reflexionar, ve otras realidades, conoce otra gente… y cambia. A mi me pasó esto después de mi viaje al norte argentino: hay un antes y un después (o mejor dicho una Jimena antes y una Jimena después).
¿Te puede marcar tanto un viaje? Sí (hablo de mi experiencia y de otras tantas que conozco… como la de mi novio por ejemplo).
En enero nos fuimos 15 días a Salta y a Jujuy con una de mis amigas (Carlita, para los amigos). Empezamos por Salta Capital, seguimos por Cayate, después Cachi y subimos para Tilcara donde hicimos base y de ahí nos movimos para Purmamarca, Salinas Grandes, Humahuaca, Iruya, La Quiaca y llegamos hasta Villazón en Bolivia. Algunos dirán o pensarán que lo mío no fue un viaje porque duró solamente 15 días y entonces debería darle el título de vacaciones, pero para mí no depende de los días calendario sino de la experiencia vivida: para mí este fue un viaje con todas las letras (y creo que adentro mío sabía que algo me iba a pasar con este viaje porque nunca pude llamarlo“vacaciones”).
El bichito de visitar el norte me picó cuando Carlita volvió de su viaje al sur argentino en enero de 2011. Me acuerdo que estábamos sentadas con todas mis amigas en el patio de mi casa y ella nos contaba de su viaje y nos decía frases como: allá se vive de otra manera, largaría todo y me iría a trabajar a un hostel, tengo la cabeza dada vuelta, en Buenos Aires no se vive bien entre otras frases (y gestos y caras) que me quedaron dando vueltas en la cabeza.
¿Tanto le puede pegar un viaje de tres semanas?, me preguntaba. Esa noche quedamos que nos íbamos a ir juntas al norte argentino en enero del próximo año.
El viernes 13 de enero del 2012 partimos para Salta capital. Iba a ser mi primer experiencia de viaje con mochila, mi primer experiencia de viaje en hostels (debo confesar que la comodidad de los hoteles antes me encantaba pero hoy dame un hostel con habitación compartida y soy la persona más feliz del mundo) y mi primer viaje dentro de mi país.
Saliendo de la selva
Con mis hermosas calcitas que me acompañaron todo el viaje
Escalando rocas en la Garganta del Diablo
Escalando rocas pero para la foto (el backstage)
No sé si es porque soy Argentina pero nuestro país es mágico. Tiene ese “no sé qué” que te cautiva, te deja con la boca abierta y te inspira y motiva a seguir conociendo e ir tildando provincias en el mapa a medida que las vas recorriendo (y literalmente volví del viaje con esa idea: no quería salir a recorrer ningún otro país antes de tener recorrido el mío de punta a punta).
Terminando nuestra excursión por las Siete Cascadas (y con mucha hambre)
Tilcara y El Pucará de fondo
Ruta sinuosa
Cuesta de Lipán
Salinas jujeñas
Mágica Iruya
Lo que más me llamó la atención fue la gente: no sólo los lugareños que uno va conociendo sino también los viajeros que vienen subiendo o bajando y que se cruzan en el camino. En viaje todos somos más tolerantes, aceptamos las diferencias (y nos gustan las diferencias), bajamos las autodefensas y nos abrimos a lo no conocido más fácilmente. Se activa de inmediato lo que yo llamo el chip viajero: nos subimos al avión/tren/bici/combi y el chip automáticamente se enciende y nos lanzamos a la aventura como venga. En viaje nuestros prejuicios y preconceptos se toman un recreo.
En Cachi por ejemplo, nos bajamos del micro después de unas cuantas horas de espera y de viaje y terminamos parando en una casa de familia por cuatro días con una pareja, una familia viajera (padre, madre y su hijo de cuatro años súper canchero), un chico que venía viajando sólo hace un tiempo y dos amigas. En una hora parecía que todos nos conocíamos desde hacía mucho tiempo. Y así fuimos entablando una conexión especial viajera con otros tantos viajeros que hicieron de esos 15 días un viaje especial.
El equipo recorriendo Cachi
Felicidad en el cerro de los Siete Colores
Rock en las Salinas (no me digan que no está para la tapa de un disco)
🙂
A puro mate (y sin apuro)
¡Llegamos!
De los lugares que visité me enamoré de Cafayate, Cachi y Tilcara. De Cafayate me enamoré de sus casitas, de sus calles y de su silencio (¡vivan las calles sin colectivos!). De Cachi me acuerdo de sus hermosas calles de tierra, de sus plazas, sus tamales, su “mística”, sus farolitos y de la imponente Cuesta del Obispo (ahí descubrí la magia de la ruta y cómo un buen playlist puede ser tu mejor compañía). Y de Tilcara me encantaron sus paisajes, su gente y todo lo que vivimos con cuatro amigos que conocimos al principio del viaje y que nos reencontramos en la etapa final (casualidades las llaman).
Toda la gente que conocí (con mundos parecidos y distintos al mío), las experiencias que vivimos, el estar en un mismo país y ver qué tan diferente se vive y los hermosos lugares que visitamos fueron un gran cóctel donde surgieron mis más profundas dudas existenciales:
- ¿Quiero vivir toda mi vida en una ciudad como Buenos Aires?
- ¿Quiero que mi vida pase frente a una computadora durante 8 horas seguidas (o más) adentro de un edificio?
- ¿Me siento completa con lo que hago?
- ¿Qué quiero? ¿Quién soy? (bueno, sí… demasiado profundo)
Y también surgieron algunas afirmaciones:
- La vida pasa por otro lado.
- En Buenos Aires se vive adentro de una burbuja.
- Este sistema es una mierda.
- Quiero hacer algo que me llene.
- Qué lindo que es viajar.
Como verán, este viaje me dio vuelta el bocho y cuando pisé Buenos Aires logré entender realmente qué le había pasado a mi amiga Carlita cuando volvió del sur.
En el próximo post haré otra catarsis confesionaria de qué me pasó cuando llegué a Baires, qué ocurrió cuando pisé mi trabajo y qué pienso hacer con toda esta gran movilización que sentí y viví en tan solo 15 días en el norte argentino.
Natalia Sarro
Que fotos!!!!!!!!!!!! Hermoso post.
Arriba con esos sueños Jime.
Abrazo
Naty
MeryCot
que linda sos! siempre voy a estar cuando quieras volver a viajar estilo valija con rueditas 🙂 je
Aniko
ja, totalmente de acuerdo! Especialmente con las afirmaciones.
Aunque, eso sí, hay burbujas (como la de Buenos Aires)… y burbujas mágicas….. <3 jajajaja
Nos vamos todos a la reserva en agosto no? Qué ganas!
Anónimo
“Este sistema es una mierda”…. jajaja! Me hiciste reir!
La verdad es que comparto todas las afirmaciones, una más que otra, pero en general sí.
Será que todos tenemos un punto en común en donde nos damos cuenta de estas cosas, en donde se nos planta el bichito de la duda…?
O solo algunos tenemos el placer de dubitar estos temas (tan escenciales para mi)?
Mmm, sí, la primera… Creo q todos en algun momento de la vida nos replanteamos esta situación. Algunos lo omiten, dan vuelta la página y no se interesan en nada que los despiste del camino, q los distraiga del común vivir.
Otros comenzamos a viajar…
(Maiu)
Letras Luz (1): les presento a mi primer libro | Luz y humo*
[…] empezó cuando me fui por primera vez al Norte argentino en febrero de 2012. Ese fue el viaje bisagra para confirmar que tenía que dejar mi carrera de publicista y […]
K de Karma (o causalidad) | *Luz y humo
[…] hace tres años, después de ese viaje al Norte argentino que acomodó mis prioridades, me volví a encontrar. Y hoy me doy cuenta que a pesar de no tener tanto dinero como antes, mi […]
Síndrome post viaje: ¿y ahora qué hago? | Luz y humo
[…] llegué del norte (para los que no entienden de qué hablo lean Un antes y un después: cuando un viaje te da vuelta la cabeza) me sentí completamente deprimida (sí, lo juro): después de 15 días estando de acá para allá, […]